... Y Rapunzel se
asomó por la ventana y vio la luna llena brillando en el cielo como si del sol
se tratase y dijo “Basta”. El conocer al príncipe le había abierto los ojos con
esas ideas que parecían de otro mundo. Entonces extendió su pelo dorado por la
única ventana de aquella torre sin puertas, tan alta, que hacía ver el paisaje
tornado en plata por la luna, en algo diminuto e insignificante. Cerró los ojos
y sin pensarlo dos veces se lanzó torre abajo deslizándose a una velocidad de
vértigo llegando al duro suelo con dolor, un dolor que sentía a libertad. Se
levantó como pudo con el corazón a punto de salirle por la boca y se cortó el
pelo con la piedra más afilada que encontró por cerca, eso es lo único que vería
a partir de entonces La Bruja de ella, esa larga cabellera amarrada a una de
las tablas que sujetaban la estructura del techo y que caía por la ventana
marcando la trayectoria de la huida de Rapunzel, trayectoria del camino de una
nueva vida.
Echó a correr,
nada más podía hacer ya en aquel lugar. Y con el pelo que le llegaba hasta la
espalda sentía cómo el viento chocaba con su cara y pasaba por su cuello
haciéndolo volar, así ella también sentía que volaba, ya no tenía el peso de
ese pelo tan pesado, ni el peso de La Bruja molestando, ni el peso de la
angustia del encierro.
¿Qué hace ahora? No lo sé, únicamente correr y
huir de aquel horrible lugar adentrándose en el bosque con las bestias de la
noche, bestias que no sabía siquiera que existían, en un bosque que solo había
visto desde arriba y parecía tan diminuto e insignificante iluminado por la
luna. Una luna que ya no iluminaba, un brillo plateado incapaz de penetrar
entre las hojas de aquellos árboles, creando una oscuridad que nunca había
visto, siquiera imaginado ...
Cada uno es lo que quiere ser